¿Qué factor influye en que un hombre sea fiel?
Cuando
hice mi viaje a Colombia, por segunda vez, estuve en la famosa ciudad de
Barranquilla justamente en época de carnavales. Yo estaba con una
pareja de argentinos quienes eran mis amigos y pude disfrutar esos días
gracias a ellos porque logré hospedarme en el mismo apartamento que
ellos y sus demás amigos. Además como ellos ya conocían a la gente local
y me resultó mucho más fácil entablar conversaciones con los
“costeños”. En una de esas ocasiones me topé con un joven de
aproximadamente 30 años. Le dije que yo era escritor, que viajaba
justamente para tener “mayor inspiración” y bla, bla, bla… (En realidad
viajo porque me aburre estar en un solo lugar mucho tiempo). Me preguntó
sobre qué escribía y le dije que sobre la “tusa” (término con el que se
conoce al mal de amores en Colombia).
Entonces él, con varias botellas de
cerveza en el cuerpo, me empezó a acechar con una pregunta muy
particular: “A ver, ya que tú eres el experto en estos temas… Respóndeme
a esta pregunta que siempre me lo he hecho pero no he encontrado
respuesta: ¿Por qué un hombre a pesar de amar a su mujer va en busca de otras? Yo
sé que la amo; sin embargo, ella no es suficiente para mí. Siempre que
encuentro a otra mujer disponible, yo aprovecho sin dudar; pero como
comprenderás: Yo sí amo a mi novia. Sin ella yo no sé qué haría…”.
Lo pensé un momento y, mientras fruncía
los labios y contraría y agudizaba mi mirada como intentando capturar la
respuesta en el espacio que teníamos él y yo en medio de la calle,
exclamé: “No se trata de amor. Se trata de principios. El amor no es
suficiente para serle fiel a alguien”.
“Pero eso no responde a mi pregunta. Yo quiero saber por qué uno
amando de verdad a alguien le es infiel. Se supone que si realmente la
amaras, le debes ser fiel a pesar de todo”.En ese momento me di cuenta que él era ese tipo de personas que cuando se ponen ebrios te empiezan a caer verdaderamente mal. Entonces volví al tema intentando que, al menos, algo de mis palabras se le quedaran para que las meditara al día siguiente:
“Te lo repito una vez más: No se trata de amor. Si tú no tienes como principio ser leal a tu pareja, no importa cuánto ames, si tienes poco auto-control, si no mides las consecuencias a largo plazo o si simplemente no te pones en el lugar de ella al enterarse de la situación, siempre le serás infiel”.
Él insistía en que yo no respondía a su pregunta. Seguramente el alcohol en sus arterias le impedía razonar con claridad o, quizá, él esperaba una respuesta más trascendental y profunda, como si se tratara de un descubrimiento importante… Poco después la pareja de argentinos y sus demás amigos se iban para otro lado. Yo tenía que irme con ellos aliviado para no tener que lidiar más con ese joven; pero deseando de todo corazón que en algún momento se dé cuenta de que tenía que concentrarse en el auto-control y en la lealtad, más que en el amor. Porque más amor no era lo que necesitaba porque eso era lo que ya más le sobraba.
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Ya era la cuarta vez que estaba de
visita en la ciudad de Medellín (de ese segundo viaje a Colombia) y
estaba con un amigo costeño en el patio de comidas de un centro
comercial que me iba a presentar a un amigo que le iba muy bien
económicamente porque se dedicaba al negocio multi-nivel y tenía una
amplia red de personas bajo su nombre. Ambos sabíamos que no nos
interesaba pertenecer a su red de mercadeo, sino nutrirnos de su forma
de pensar, contagiarnos de su espíritu emprendedor y negociador…
Era un dominicano de aproximadamente 35
años que ya estaba radicando en Medellín varios años atrás y, al
enterarse que yo era escritor de rupturas amorosas (“tusa”); me dijo:
“Para mí el amor es una farsa. No existe. Además, dime tú: ¿Si la gente
dejara de creer en el amor, tú seguirías vendiendo tus libros sobre ese
tema? La verdad que no…”.
Su sinceridad no me incomodó. Yo
simplemente asentía con la cabeza. En varias ocasiones había
escuchado un comentario similar, ya estaba acostumbrado a eso; además
mis libros no se tratan de “creer en el amor” sino de eliminar el dolor
que deja una ruptura amorosa y se notaba que él no lo decía con mal
genio, sólo quería darme a entender su punto de vista de las relaciones.
Prosiguió casi inmediatamente: “Pero,
¿sabes una cosa? La fidelidad se reduce a algo tan sencillo como el ser
transparente con la pareja… Yo sé que mi mujer, al momento de casarse
conmigo, es para mí la mejor de todas. Pero al cabo de un tiempo, sales a
la calle, y más en una ciudad como ésta, y te das cuenta de que estabas
equivocado. Todas las demás te parecen lindas menos ella; pero, ¿sabes
qué? Eso no significa que vaya por las demás. Yo ya acepté que siempre
habrá alguien que me parezca mejor que mi mujer. Siempre. Sin embargo,
ella se casó conmigo y yo con ella. Ambos hemos hecho un acuerdo de
fidelidad y eso es más que suficiente para mantener mi palabra con
ella”.
~~~
Curiosamente en el primer caso el tipo
creía en el amor, pero no en la fidelidad. En el segundo caso, otro tipo
no creía en el amor pero se esmeraba en ser fiel como un compromiso de todos los días por la sencilla razón de que sabía respetar a su pareja. Irónico, ¿verdad?
El primero entabló una relación
esperando que esa mujer satisficiera todas sus necesidades (lo cual es
algo humanamente imposible o, quizá, sí; pero por un corto periodo de
tiempo en la etapa del enamoramiento), también idealizaba el amor como
algo sumamente poderoso que podía con todo; el segundo veía las
relaciones desde un punto de vista más pragmático, estaba con su esposa
no por la idea romántica de la pareja con quien estuviera hasta el fin
de sus días (el amor ideal) sino con la idea de formar una familia. Le
movía una razón biológica y un principio fuertemente arraigado y esa
familia sólo funcionaría si él era sincero y fiel en todo momento. Él sí
tenía muy claro el ser precavido, el auto-control y el respeto en todo
momento. Algo que el primero, quizá por su estado de ebriedad, no
lograba captar o simplemente no le convenía pensar de ese modo.
Espero que este artículo te haya hecho
reflexionar sobre la fidelidad. Este es de esos artículos que tampoco
menciono algún consejo en específico, lo cual tampoco me preocupa porque
considero que mejor que consejos son las reflexiones, aquellas que te
dejan pensando un buen rato y espero que estas palabras hayan cumplido
con su función. Por tanto la pregunta final sería: ¿Preferirías
a alguien cariñoso y cursi que cree en el amor pero que finalmente no
resulta ser fiel o alguien más razonable, más directo, quizá un poco
tosco por su sinceridad pero fiel por sobre todas las cosas?
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Nos vemos pronto con un nuevo artículo!
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